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… y al girar en la comarcal te da la bienvenida una cogujada. “Moñona”, que decía mi abuela. ¡Y un par de perdices! Que corren cruzando la carretera como si no recordasen que ellas siempre pueden volar. Entre tierras rojas y con tinas de vino, descoloridas por el tiempo, en esquinas de cada finca.
Tierras rojas. Tierras rojas y algún repunte volcánico. Vides y vides. Campos sin fin. Campo de Calatrava. Recuerdos y atisbos de mi infancia. Más de 30 años nos separan. Y vuelvo a por pan de cruz y resecas. Vuelvo a por mis magdalenas de Proust.
No hay muchos panes con calificación de IGP en España. El Pan de Cruz es uno de ellos. Es un pan que se ciñe a la provincia de Ciudad Real. Es, no obstante, inevitable el identificar su cruz con la de Calatrava. Pan bregado, formado en hogaza abombada y con dos peculiaridades. La primera es que la cruz entra bocabajo en el horno. La otra es que su abombada panza tiene un sello tradicional. Sello que realiza una serie de pequeños agujeros en la corteza. En unos se trata sólo de unos agujeros que parecen no tener orden ni concierto. En otros es, nuevamente, la sabida Cruz de Calatrava. Cada horno con su punzón.
Corteza fina, satinada, suave. Miga nívea con el dulzor propio del cereal. Miga para mojetear sin límite en toda salsa conocida y por conocer. Grandes rebanadas de suave miga que eran mi merienda de verano con un tomate de la huerta de la esquina y aceite (¡que raspaba como la barba del demonio!) de la cooperativa a dos calles de distancia.
“Niñññooo… vete en Ca’Senén y que te de un pan y dos vienas, que luego se pasa tu tío y le paga”. Porque pan sólo había (hay) uno y los demás tienen otros nombres.
Resecas. Nombres que no engañan. ¿Te engaña un helado cuando dice llamarse así? La reseca tampoco. Sigo buscando las resecas de mi niñez. Secas como el verano manchego. Áridas y sin embargo sabrosas. Eternas. Mi recuerdo de infancia es el de unas (digamos) galletas enormes y moderadamente informes, si bien tirando a rectangulares. De aproximadamente medio dedo de grosor. ¿Manteca o aceite?, no sabría deciros. Matalahúga: Eso sí sé decíroslo. Todavía no he encontrado las resecas de mi infancia, pero sigo en ello. Lembas manchegas que anidan en mi recuerdo. Knäckebröd de Calatrava como gusto adquirido.
Y así como fuiste recibido, eres despedido por una preciosa águila perdicera cazando en el margen del camino.
Saludos,
Jose
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